Gordon Logan y Matthew Crump, psicólogos de la Universidad Vanderbilt, realizaron pruebas en 72 jóvenes de unos 20 años de edad que tenían cerca de 12 años de experiencia en la mecanografía y tecleaban a velocidades comparables a la de mecanógrafos profesionales. En tres experimentos, estos mecanógrafos jóvenes y hábiles tecleaban palabras aisladas, mostradas de una en una en la pantalla de un ordenador, y lo que tecleaban aparecía bajo la palabra a ser copiada.
Los investigadores entonces introdujeron errores secretamente para ver si los mecanógrafos eran capaces de detectarlos. En algunos casos, los investigadores hacían lo contrario; corregían secretamente los errores hechos por los mecanógrafos. En ambos casos, las reacciones de los mecanógrafos eran evaluadas midiendo la velocidad con que eran tecleadas las palabras.
Logan y Crump descubrieron que los dedos de los mecanógrafos no perdían velocidad después de que era insertado secretamente un falso error, pese a que los mecanógrafos, al descubrir la errata, pensaban que la habían cometido ellos. Pero cuando los mecanógrafos cometían errores, sus dedos sí perdían velocidad, tanto si los investigadores corregían esos errores secretamente como si no lo hacían.
La falsa impresión sobre la autoría de los errores fue lo más sorprendente. Las personas pensaban que tecleaban correctamente si en la pantalla aparecía correctamente la palabra tecleada, y creían que lo hacían incorrectamente si veían erratas. Sin embargo, sus dedos "conocían" la verdad.
Este "conocimiento de la verdad" demuestra que las tareas para las que una persona es hábil, hasta el punto de que las realiza sin pensar, están, aunque no lo parezca, muy controladas por esa persona.
Hay por tanto dos procesos de detección de errores: Uno plenamente consciente que, en el caso de estos experimentos, se basa en los errores tipográficos que la persona ve en la pantalla. Y otro más sutil, del que la persona no es del todo consciente, que es el que hace disminuir la velocidad de los dedos al teclear justo después de que la persona haya cometido un error verdadero.
Según los investigadores del proyecto, estos movimientos de los dedos muestran que las personas controlan de manera relativamente consciente las acciones en las que son muy hábiles, aunque no piensen en ellas.
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